El fax es un elemento imprescindible en la vida moderna y, en cualquier oficina que se precie. En estos momentos muchos de los hogares ya incluyen entre sus electrodomésticos un fax. Pero hay que constatar que el fax es uno de los equipos que primero se patentó y que más tardó en popularizarse.
A mediados del siglo pasado, en plena época de la reina Victoria, uno de sus súbditos, para ser exactos un escocés, estuvo haciendo pruebas con la recién estrenada tecnología de la electricidad y patentó un sistema que debería competir con el telégrafo con la diferencia de que uno transmitía la voz y el otro podía transmitir el texto.
Este avezado escocés conocido como Alexander Bain y que se dedicaba a conocer los problemas de los demás, es decir, era psicólogo, parece que estaba muy interesado por la electricidad o por realizar las consultas a sus clientes a distancia. En cualquier caso el principio del «trasto» era muy parecido al del actual fax donde las señales eléctricas proporcionaban un «imagen» del texto y otras señales lo reproducían en una material fotosensible.
Con todo ello, este magnífico pensador no dejó de ser eso, un pensador, puesto que nunca llegó a poner manos a la obra para fabricar el aparato del que había solicitado la patente.
Media docena de años más tarde, otro súbdito de su majestad británica, en este caso un mdico, siguió con los principios de Bain para fabricar lo que realmente sería el primer fax de la historia de la humanidad. El equipo se presentó concretamente en la Exposición Mundial de 1851, un evento donde también se incluían sistemas voladores o aparatos para la sordera mediante descargas eléctricas. El invento pasó prácticamente desapercibido debido a la espectacularidad de algunos de sus contrincantes en el certamen y también a causa de la falta de utilidad que en aquel momento pareció tener. Por tanto, tuvo que seguir pasando el tiempo para que el sistema demostrara su efectividad para emitir y recibir documentos a distancia.
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